Riquelme en el Banco Haceme el favor, Carlitos  Bianchi decidió no poner a Riquelme pese a que el equipo estuvo 0-1 desde los 28 minutos del primer tiempo. “Hubiera sido un desgaste inútil, le hice un favor”, dijo. Román trotó, elongó, miró y se sentó para ver el final. Juan Román Riquelme habla en voz baja y esconde sus labios detrás de esa pechera rosa que se pone –sólo por una obligación reglamentaria– para moverse a un costado del campo de juego junto a sus compañeros suplentes mientras Boca intenta el milagro de un empate en el José Amalfitani. ¿Qué dirá, Román? Sabe que no está, todavía, para ser titular porque apenas se recuperó del desgarro luego de casi 100 días. Sabe que, siendo Carlos Bianchi el entrenador, su posición de fidelidad para con el técnico al que quiere como un padre difícilmente se quiebre. Sabe que, con el equipo 0-1 y en su segundo partido en el banco, sólo es cuestión de que el hombre pelado y de algunos cabellos blancos mire a un costado para guiñar un ojo y darle pie a su ingreso. Riquelme sabe todo eso, y elonga. Y hace cuentas. Mira el tablero del estadio donde figuran los minutos que le quedan a Boca para que la derrota no sea un golpe casi de nocaut en este Torneo Final y ensaya un trote veloz. Se apoya en Claudio Pérez para estirar una vez más el último de los músculos. Desiste, y se pone en cuclillas para observar el final inesperado. Riquelme, como alguna vez ha pasado con Julio Falcioni –otros tiempos, distinta relación y tirantez de vestuario– corre como un boludo en Liniers una tarde de sábado. Los 12 minutos que el diez ingresó en su regreso ante Estudiantes –vale la aclaración de una Bombonera repleta, a diferencia de esta cancha sin público de Boca– insinuaron que el camino hacia la recuperación definitiva estaba cerca. Y que, incluso, los siete goles en el fútbol en espacios reducidos que anotó en el entrenamiento previo a Vélez iluminaban un poco más esa ilusión de –en caso de no ser titular– jugar al menos media hora. Entonces, Riquelme volvió a estar en la lista de concentrados. Volvió a estar en el banco. La tele se encendió y el reloj se miró, de vez en vez, para saber cuál era el momento oportuno para jugar la carta –la única– que tiene Boca para alentar alguna aspiración de ser protagonista en este campeonato. Primer tiempo, 28 minutos. Boca pierde 1 a 0. Segundo tiempo, 17 minutos. El cartel anuncia un cambio, entra Juan Martínez. Segundo tiempo, 25 minutos. Boca pierde 1 a 0. Segundo tiempo, 31 minutos. El cartel anuncia un cambio, entra Diego Perotti. Segundo tiempo, 35 minutos. Boca pierde 1 a 0. ¿En qué otro escenario posible hubiera sido útil el ingreso de Riquelme? “Hubiese sido un desgaste inútil para Román, le hice un favor”, dice Bianchi… Si el entrenador de Boca se llamara Cosme Fulanito –o simplemente no fuera Bianchi– estos 90 minutos ante Vélez hubiesen sido el detonante y el origen de un fastidio del que no se vuelve. Sin embargo, Bianchi sigue siendo el Virrey, y Román sigue siendo Riquelme, ese futbolista que contagia y que define, incluso, si la tele se prende o no se prende para ver el partido. Al diez le deben unos 40 minutos de vida en los que se la pasó al trote. Al simpatizante de Boca le deben una tarde de sábado en la que miró el reloj, una y otra vez, y armó cuentas posibles y fantaseó con un nuevo capítulo de Román y la heroica. Si Román no está en condiciones físicas es contradictorio que se siente y ocupe un lugar entre los suplentes. Si el diez está en estado, poco importa el ritmo del partido del que habla Bianchi, porque los tiempos, siempre, los pone bajo la suela. infonews.com
Domingo, 2 de marzo de 2014
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